Y el día que te fuiste me quedé vacía,
me quedé sin ganas
me quedé sin vida
me quedé sin alma.

Y bajé al infierno de la inconmensurable nada,
y me dolía el cuerpo
y me dolía la calma del tiempo,
el tiempo que no pasaba y en mi pena se estacionaba,
y perdida en tus inexistentes brazos yo moría desgarrada.

De morir, me salvó buscarte en todas partes
en rostros extraños y brazos variados,
en voces lejanas y sonrisas foráneas,
en bocas misteriosas donde esperaba encontrar que regresaras.

Te busqué tanto para no perder la vida
aunque sabía que se me había escapado contigo
pero algo me decía que si seguía, un día regresarías
y mi implacable búsqueda cesaría.

Lo mágico de este cuento es que al buscarte sin encontrarte
me encontré de frente con la vida misma,
descubrí las sonrisas perdidas,
los placeres que ya no sabían a nada,
y las pasiones que tú ya no valorabas.

Te busqué tanto sin saber
que lo que había perdido no era a ti,
me había perdido a mi entre tus miedos ,
entre tu falsedad y tus egoístas besos.
Te busqué tanto hasta que encontré mi magia
estaba ahí esperando solita
a que tú la abrazaras.

Y encontré mi belleza
que perdí buscándola en tu mirada,
y volví a abrazarme
recordando que el amor real
solo nace en mi alma.

Y al final de esta búsqueda
sin darme cuenta encontré un espejo,
y cuando me miré a los ojos comprendí
que al perderte a ti,
terminé reencontrándome a mí.

Araceli Castro